-Luisaaaaa…….vamos,
que te has vuelto a dormir¡¡
Escuchó la niña entre sueños mientras saltaba de la
cama. Que rollo, otro día de cole, con lo que le gustaba sentir cómo se despertaba poco a poco, notar en su
mejilla el cosquilleo del rayito de sol que cada mañana se colaba entre los cristales
de su ventana; le encantaba abrirla para
embriagarse del despertar de la pradera, impregnarse del olor a hierba mojada, porque ella sabía cómo olía la hierba mojada por el rocío ….y le
gustaba jugar con su amigo, el espíritu de la montaña….él la mimaba y ella le
sonreía.
-Ya voy cascarrabias¡¡¡
Contestó Luisa al hombre a quien sus padres le habían
pedido por favor que la acompañase al cole, quisiera o no. Ellos no podían y la
consideraban muy pequeña aún para recorrer los 2 km. que distaban hasta el
pueblo, con 8 años que tenía ya (pensó la niña). No entendía por qué tenía que
saber inglés, matemáticas y lengua. Su vida transcurría apaciblemente entre
aquellas montañas que la habían visto nacer, crecer, reír y llorar….se
dedicaría al cuidado de su rebaño, vender leche y leña, tal cual hacen ahora
sus padres. Por qué no la dejaban vivir entonces?, por qué tenía que ceñirse a
las normas?, por qué la empujaban?
Bajó
corriendo las escaleras, tomó de un trago la leche que su madre le ofrecía y se
plantó en un pis pas delante de Tomás, quien la esperaba ya con el ceño
fruncido, los brazos cruzados y un suave movimiento de pies que denotaban
impaciencia. Pero ella conocía a su vecino, sabía que era su debilidad y con la
más ingenua de las sonrisas cada mañana conseguía calmar la desesperación de
éste por tener que esperarla.
-No me hagas
la pelota que me tienes muy enfadado, carraspeó ya con una risilla que empezaba
a adivinarse en la comisura de sus labios.
Aunque al
principio fue una lata tener que acompañar cada día a aquella muchachita, ahora
lo hacía encantado pues no había conocido niña más inquieta y curiosa que ella y aunque resultaba agotadora,
irradiaba energía y vitalidad por todos los poros de su piel.
Siempre seguían el mismo ritual: la cogía de la mano y
ella caminaba a base de saltitos, canturreando y poniéndole al corriente de
todo lo acontecido en su vida desde que la dejara el día anterior.
-Anda,
vamos, que me haces llegar tarde
siempre, a pesar de ser el maestro.
Pero la niña
no hacía caso, inmersa en su propio mundo.
-Tomás,
mira, ha nacido una flor aquí..
Mira,
mira…el conejito de ayer, vuelve a salir a saludarnos¡
Este
mediodía cuando volvamos del cole y tengamos tiempo te voy a regalar una corona
de flores, la más bonita que te hayan hecho nunca, a ver si alegras esa cara. Y
te digo una cosa…que yo no voy a crecer, nunca voy a ser mayor si eso significa
no reír y solo gruñir y gruñir….aunque tú seguro que ya naciste enfadado¡¡.Y
Tomás, paciente, no la soltaba de la mano porque si lo hacía sabía que se
perdería en su mundo, en aquella pradera de ensueño que la envolvía. Ahora, tenía
claro que llegarían tarde a comer……si Luisa se había empeñado en hacerle una
corona de flores…..Luisa le hacía la corona de flores…a tozuda tampoco le
ganaba nadie. Rió para sus adentros y
bajó la guardia…….bueno y qué?.No estará
nada mal soñar por un ratito….
disfrutaría de su corona….acompañaría a Luisa en sus sueños y recordaría lo que
es sentirse un poco “niño”. Hay q ue fastidiarse la niña, como se había adueñado de
su voluntad.
nada como la ternura de un niño, sin querer se apodera de nosotros, saben vivir el momento y disfrutar de la tierra, los pajaros, las flores.....seamos un poco niños como Tomas, muy bueno Cloe
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