Quien me acompaña

jueves, 9 de febrero de 2012

Una vida para tí

                Como todos los días a la misma hora, Lucía se dirigió al bar de costumbre a tomar su habitual café y esperando encontrar las mismas caras. Ocupó la discreta mesa que le reservaban habitualmente  en un apartado rincón dónde esperaba pasar desapercibida, dónde esperaba no existir. Esa mañana se sintió contrariada al observar que el periódico que leía fielmente desde hacía varios años no se encontraba disponible. ¿Quién osaba arrebatarle el único placer del que podía disfrutar durante una jornada de duro trabajo?

-Perdone, he terminado…..lo quiere?

                Por fin aquel desconocido soltaba su preciado tesoro, la dejaba volver a la rutina…la jodida rutina en la que vivía durante tanto tiempo aletargada pero que la hacía sentir tan segura.

-Gracias, le contestó sin siquiera dedicarle una mirada.

-Discúlpame, debo haberte asustado, soy Raúl…me recuerdas?

                Raúl, el tímido joven que acompañó a su hija durante todo un curso de bachiller cada tarde  a casa cuando ambos contaban apenas dieciséis años. Nunca entendió por qué un día desapareció, el tiempo pasó y el chico viajó al saco del olvido como tantas otras cosas  pero se alegraba sinceramente de volver a verlo, le había cogido cariño y se sorprendió a si misma diciendo:

-Quieres sentarte conmigo?, Qué  ha sido de ti, de tu vida….

                Sin darse cuenta se encontraron compartiendo un buen café, un ratito de tertulia y unos gratos recuerdos:  los tantos chocolates que en las frías tardes de invierno ella les preparaba para que se relajasen del estudio, por ejemplo. Si, recordaba lo que le preocupaba la extrema timidez de aquel chico, que apenas atinaba a saludar cuando llegaba y su ligera despedida al marcharse…eso si, siempre con una agradable sonrisa. Al  darse cuenta que en su imaginación había empezado a acariciar con la mirada aquellos carnosos y jóvenes labios que, de vez en cuando, el joven remojaba con su lengua se ruborizó pero terminó de asustarse cuando intentó poseer aquellos sonrientes ojos, apenas marcados por los estragos de la vida y donde todavía se adivinaba cierta inocencia. En ese momento descubrió  que no podía verlo ya como el adolescente que conoció, sino que lo sintió como el hombre en el que se había convertido y eso la contrarió.

En su cabeza martilleaba la última frase que el joven había pronunciado al despedirse: “volveré a verte?”. Por qué sintió lo indescriptible ante una pregunta tan sencilla? Pero que loca, habían transcurrido diez largos años desde la última vez que se vieran  y,  si ya era mayor para él entonces, que podía esperar ahora?.  Sentada ante la mesa de trabajo, frente al ordenador, consultaba novedades legislativas pero ese día nada era igual, nada parecía tener sentido…¿estaba perdiendo la cordura?. De cada letra que aparecía en la pantalla del ordenador colgaba un caracolillo, un mechón de pelo que llevaba impreso un nombre, un nombre que no se atrevía a pronunciar….Casi la hora de cerrar: bien, termino y a casita, necesito relajarme (pensó con nerviosismo).

Atónita, no daba crédito a sus ojos, levantó la mirada y  allí estaba Raúl de pie, en silencio y esperando a que la mujer terminase de recoger el bolso. La observó y descubrió  lo que esos ojos solicitaban, lo que ese cuerpo ansiaba y no, no iba a ser él quien lo rechazase. Ese caminar insinuante, esas curvas todavía muy, muy deseables… Hacía mucho tiempo que, en secreto, soñaba con poseerla y cuando el deseo se le hizo inaguantable hubo de desaparecer tal y como había llegado, en silencio. Esa  mañana, al cabo de tantos años cuando la encontró, más hermosa que nunca, supo que había llegado el momento. Cada vez que la miraba  sentía que la rabia ahogada en su interior durante tanto tiempo afloraba.
Lucía se incorporó  y con un hilo de voz susurró:

-Me esperabas?
 -Si, durante toda mi vida –sintió que el eco le devolvía…….     
                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

2 comentarios:

  1. Un texto precioso, lo he leído y releído.

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  2. Me alegra que hayas disfrutado leyéndolo tanto como yo escribiéndolo. Gracias. Bsss

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