La novia fea

Ejercicio del mes de Diciembre propuesto por el grupo “Adictos a la Escritura” y que ha consistido en desarrollar un relato a partir del título propuesto por un compañero o compañera que nos ha sido designado mediante sorteo (Título clave).

El mio, “La novia fea” lo propuso  Santo Sevilla, con quién no he tenido el placer de coincidir pero a quién deseo la mayor suerte del mundo con el  que yo he aportado  “Ejemplar único”.

Bueno, pues aquí  os dejo mi trabajo, con el que no me encuentro totalmente satisfecha pero que espero agrade al autor del título, especialmente.

Saludos y suerte,  Adictos  J

             LA NOVIA FEA

Varios años atrás, cuando aún era una adolescente, mis abuelos me confesaron que mi  madre,  a quien  yo creía fallecida,  me había abandonado siguiendo el rastro de un gramo  de coca y la promesa de felicidad que un desconocido le hizo.

En ese momento no conseguí asimilar el alcance de lo que sería mi vida a partir de entonces; no entendí nada, el  mundo se derrumbó y mi voz interior se quebró. Negué la rabia, decepción y desesperación que sentía y cada vez sentía mas mermada la capacidad para comunicarme con el exterior.   Con el paso del tiempo me convertí en una atractiva mujer, la nieta complaciente, la amiga comprensiva y la alumna perfecta. Acabe mis estudios de derecho con honores y veneraba a mis abuelos (a quienes hice creer que la noticia no me había afectado lo más mínimo). Todo el mundo admiraba mi tesón para conseguir los objetivos marcados  y el saber estar en cualquier situación,  pero yo me sentía únicamente “la novia fea del mundo”, aquella que guardaba un terrible secreto: pensar que si no hubiese nacido la vida de  su madre hubiese sido mejor.  No era capaz de asimilar  la impotencia que me producía no salir a buscarla, aunque  sabía por un buen amigo que  se encontraba peinando esquinas en las calles más céntricas de Madrid, allí dónde las niñas no deben nunca ir solas; aún así yo nunca me sentía preparada...

Transcurrió  el tiempo, varios años pasaron jugando a ser  por un lado, la mujer de sonrisa perfecta y por otro, la niña de corazón triste, frustrado y en más de una ocasión, desesperado. ¿Cómo conseguía calmar la angustia?: Escribiendo, escribiendo todo lo que cruzaba por mi cabeza y rompiendo lo escrito,  sin releer. Así un día tras otro, un sentimiento tras otro y todo o roto o guardado en aquel  cajón que sólo abriría para guardar  un nuevo papel.

Aquella  mañana, levantada ya y preparada para seguir el ritual de cada comienzo de día, sentí como algo dentro de mi había cambiado;  era incapaz de escribir, no sentía rabia, ni tristeza, me  miré  al espejo y él, agradecido, me  devolvió un brillo distinto en la mirada. Me  dirigí sin pensarlo al cajón “desastre” y empecé  a leer uno a uno los sentimientos guardados  a lo largo de todos los años de penurias y contradicciones. Descubrí que, por fin,  me  había perdonado por nacer y comprenderlo fue lo que  arrancó  ese  hechizo maldito de mis entrañas, dónde había vivido todo ese tiempo. Me sentí libre, aluciné  conmigo misma y me  decidí: intentaría mejorarlo y publicarlo, quería gritar  todo aquello que había callado y que tanto daño me había producido. Deseaba soltar el gran lastre que había llevado durante gran parte de mi vida…y así sucedió.

Mi novela fue publicada y alcanzó gran éxito, por el gran poder de transmitir, según la crítica.

Ahora, en este preciso momento, me encuentro ante una pila de libros listos para firmar, hay  personas que pacientemente llevan varias horas haciendo cola para conseguir uno. No puedo creerlo pero  por mas que froto mis ojos no despierto, luego debe ser cierto que los milagros existen y aquella novia fea que conocí y sentí se había convertido en una princesa, preparada para vivir, lista para expresar, completa para amar la vida y esperanzada de encontrar a la mujer que la  parió, aquella que equivocó su camino pero que yo intentaría recuperar…mi madre.

Arropada por mis abuelos en aquel, mi gran momento, se me enterneció la mirada al observarlos cogidos de la mano  como siempre, nerviosos, expectantes y con los ojos humedecidos por el orgullo  de ser simplemente eso, MIS ABUELOS.

Poco a poco el silencio domina la sala y mi discurso comienza:

-Buenos días a todos y gracias por acompañarme…..